Hoy, 10 de junio, celebramos con gozo la festividad del Beato Eustaquio Kugler, un hombre que, siguiendo los pasos de nuestro querido San Juan de Dios, dedicó su vida a la hospitalidad y al servicio de los más necesitados. En esta ocasión, reflexionemos juntos sobre su vida y el ejemplo que nos deja.
El Beato Eustaquio, nació en 1867 en Alemania. Desde muy joven, sintió la llamada de Dios para servir a los enfermos y pobres. Ingresó en la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios y, se entregó por completo a la misión de cuidar a los enfermos y a los más vulnerables. Su vida fue un testimonio vivo de la hospitalidad, esa virtud que nos invita a abrir nuestros corazones y manos a aquellos que sufren.
Nosotros, como miembros de esta hermandad de San Juan de Dios, estamos llamados a seguir su ejemplo. En nuestro día a día, podemos encontrar múltiples ocasiones para vivir esta hospitalidad. No se trata solo de ofrecer un plato de comida o un techo, aunque estas acciones son esenciales y valiosas. Se trata también de acoger con amor y dignidad a cada persona que encontramos, reconociendo en ellos el rostro de Cristo.
Eustaquio Kugler nos enseña que la verdadera hospitalidad no hace distinciones, no excluye a nadie. Como Eustaquio, debemos ser capaces de ver más allá de las apariencias y prejuicios, y ofrecer nuestro apoyo a todos, especialmente a los más olvidados y marginados de nuestra sociedad.
Hermanos y hermanas, reflexionemos sobre nuestra misión. Preguntémonos cómo podemos, en nuestra vida diaria, ser mejores portadores de la hospitalidad que San Juan de Dios y el Beato Eustaquio nos enseñaron. ¿Cómo podemos mejorar en nuestra entrega, en nuestra capacidad de empatía, en nuestra disposición a servir? Recordemos que cada pequeño acto de amor cuenta y que, juntos, podemos hacer una gran diferencia.
Pidamos al Beato Eustaquio Kugler que interceda por nosotros, para que nos guíe y fortalezca en nuestro compromiso de servir con amor y dedicación. Que su ejemplo nos inspire a ser cada día mejores cristianos, más atentos a las necesidades de los demás y más generosos en nuestra entrega.
Que Dios nos bendiga y nos conceda la gracia de vivir plenamente nuestra vocación hospitalaria.